lunes, 31 de marzo de 2008

Bus y agua por Javier Cuchí

En Barcelona llevamos varias semanas -creo que puede hablarse ya apropiadamente de meses- con huelgas intermitentes de conductores de autobús. Empezaron dos días por aquí, un día por allá, y luego la fijaron indefinidamente todos los jueves, excepto la semana previa a las últimas elecciones, que la hicieron enterita.
Para el común de la ciudadanía es una huelga molesta, pero no encabronante. A mí me fastidia mucho el metro, pero un día a la semana puede sufrirse; peor lo tienen otros ciudadanos que sí necesitan imperiosamente el autobús por falta de otro medio de transporte y para ellos sí que esto es un grave inconveniente. No son mayoría, pero tampoco son cuatro y el cabo. Para ellos, los servicios mínimos se han incrementado: tienen autobús -poco, muy poco (25% del servicio), pero tienen- todo el día, mientras que el resto de los ciudadanos tenemos el 50% solamente en horas punta y el resto de la jornada, cero patatero. Pero ya digo que, habiendo metro, se sobrelleva.
Con todo, no está resultando una huelga muy impopular; siempre hay quien se rebota -con su razón, cuidado- pero, en general, los ciudadanos la estamos sufriendo con mucha comprensión hacia los conductores. La merecen.
¿Por qué tanta comprensión?
Hay varias razones. En primer lugar, la de fondo: pretenden dos días de descanso semanal, como casi todos los trabajadores (aunque no todos, desgraciadamente). La compañía se los da, pero manteniendo el cómputo horario anual a costa de los descansos dentro de la jornada porque dice que el recorte horario que supondría darles los dos días de fiesta sin compensación horaria es inasumible económicamente.
En segundo lugar, que la compañía (Transports Municipals de Barcelona, TMB) tiene muy mala fama entre los ciudadanos; aunque no hubo el escandalazo que sus gestores se tuvieron bien merecido, los barceloneses aún recordamos cómo hace cuatro años un trabajador fue miserablemente empujado al suicidio al ser despedido bajo la acusación -nunca probada- de haberse apropiado de recaudación por importe de… ¡un (1) euro y diez céntimos! Eso fue una marranada lacerante que aún tenemos muchos atravesada. Tal hazaña define perfectamente a una compañía y retrata con suma precisión la calaña de sus gestores y, por tanto, es lógico que las simpatías cívicas se inclinen por omisión a favor de quienes se les ponen enfrente.
En tercer lugar -y en concordancia con el talante acreditado en el punto anterior- la sistemática, falsaria y manipuladora criminalización que tanto el achuntamén como TMB llevan a cabo contra los conductores cada día de huelga, tratando ínfimos, aislados y escasísimos incidentes prácticamente como actos terroristas (lo que, de paso, les da pie para expedientar a media humanidad; ya veremos cómo acaba tanto expediente en los tribunales), cuando todos (todos) sabemos que los servicios mínimos se están cumpliendo ordenada y normalmente.
En cuarto lugar, un detalle que a muchos no nos pasa desapercibido: que toda esta lucha la están llevando a cabo -mediante procesos asamblearios- dos sindicatos (CGT y ACTUB) ajenos al pesebre y contra la oposición de los complacientes y pactistas CCOO y UGT, con lo cual queda el entero sistema como el gallo de Morón; toda la cuestión queda fuera de control y sin posibilidad de ser reconducida mediante… compensaciones. Qué quieres que te diga: aunque uno no tenga nada que ver con CGT ni con ACTUB (tampoco, obviamente, con los otros dos), la cosa no deja de caer simpática.
En quinto lugar, regresando al primero y por las razones segunda, tercera y cuarta, los directivos de TMB no tienen la menor credibilidad cuando hablan de que las reivindicaciones de los trabajadores son inasumibles económicamente; primero porque, efectivamente, no hay para tanto y, segundo, porque me da la impresión de que los únicos inasumibles económicamente que hay aquí son los propios directivos de TMB, incapaces de mantener el servicio en condiciones (si es que el servicio se presta habitualmente en condiciones, que de esto también habría mucho que hablar) sin incrementar anualmente las tarifas muy por encima del IPC, con lo que los precios del transporte urbano son cada vez más gravosos para los barceloneses (por supuesto, las reivindicaciones de los conductores servirán para justificar estos cafres incrementos durante los próximos quince años, anda que no van de listos los tíos estos…).
Y, en sexto lugar, porque conducir por una ciudad como Barcelona un mamotreto como un autobús es un ejercicio con un alto nivel de stress; como resulta que los conductores de autobús transportan mi pellejo y el de mi familia (o bien tenemos nuestro pellejo al lado de su mamotreto cuando circulamos en coche o a pie) me interesa que conduzcan en condiciones y, por tanto, exijo que tengan cuantos descansos sean necesarios, en términos diarios, semanales y anuales, porque son seres humanos y no máquinas, como algunos encorbatados de pelo engominado parecen creer, absortos en su propia incompetencia.
¿Quieren los del achuntamén y los de TMB más razones? Porque si buscamos, seguro que las encontramos. O sea que mi solidaridad y mi apoyo, como el de la mayoría de ciudadanos y usuarios, hacia estos trabajadores.
Fuerza, muchachos, y a no ceder.

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http://www.elincordio.com/2008/03/27/bus-y-agua/

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