"En la prensa, en la tele, en la radio, de unos meses para aquí, aparece con frecuencia mi amigo Nino. Tengo que confesar que al principio me resultaba extraño -y también divertido- aunque al final he acabado por acostumbrarme.
Conocí a Nino hace ya muchos años, más de treinta, cuando ambos eramos unos adolescentes encuadrados en organizaciones marxista-leninistas en los años inmediatamente posteriores a la muerte de Franco. Desde aquel encuentro casual a las puertas de un mitín de, asombrense, el PSOE (aún no PSC), nuestras vidas han permanecido unidas más allá de la frecuencia de los contactos.Ahora que Nino se ha convertido en un personaje público y, para todos, es Saturnino Mercader, el lider de la revuelta de los autobuseros barceloneses en la descabellada petición de dos días libres consecutivos, creo que tengo la obligación de decir lo que sé de él... aunque esto no sea un plató televisivo.
Describrilo es sencillo: Un hombre honrado. A menudo, en nuestros apasionantes debates acerca de la vida, le he reprochado esa honradez, le he animado al pragmatismo de los sindicalistas responsables, he intentado hacerle ver el anacrónismo de su modo de actuar en esta sociedad... pero siempre ha sido en vano, su sentido de la justicia, su rectitud, y su honestidad, nunca han estado en venta.
Liderar -a él no le gustará que utilicé esta palabra- las movilizaciones de los autobuses de Barcelona va a tener un coste muy alto para su vida. Las empresas no suelen perdonar a los sindicalistas que no se muestran razonables, y los sacrificios personales que exigen los compromisos públicos siempre acaban pasando factura. Es su elección, una elección libre y consecuente, y, como no podría ser de otro modo, tiene todo mi respeto. En cualquier caso, cuando vean su rostro en la pantalla del televisor, escuchen sus palabras en la radio, o se encuentren con su cara en el periodico, recuerden lo que les digo: cometerá errores, equivocará el discurso, planteará sofismas, pero siempre, siempre, lo hará desde la honradez de sus ideales y, francamente, tengo la sensación de que nuestra vida pública no anda muy sobrada de hombres honrados."
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